La Cosmología Cíclica Conforme (CCC) es un sugerente modelo cosmológico alternativo al modelo estándar (Lambda-CDM), propuesto por el siempre transgresor Roger Penrose y por el físico armenio Vahe Gurzadyan. En esencia se trataría de una sucesión infinita de Universos, llamados eones, y a diferencia de modelos del tipo expansión - contracción (Big Bang - Big Crunch), aquí se estaría considerando una constante cosmológica siempre positiva, lo que está en sintonía con los datos observacionales actuales, y por tanto un Universo en continua expansión. Según esta teoría, se piensa que el final de nuestro eón será una muerte térmica, con una temperatura y densidad final igual a 0. Entonces, ¿ cómo se puede formar un nuevo eón a partir de este estado, es decir, cómo se puede originar un nuevo Big Bang, que asociamos con un momento enormemente caliente y denso?
Penrose considera que la física que describe la evolución de estos eones es invariante ante cambios de escala. En ese sentido, los estados que encontramos al principio y al final de un eón son equivalentes, ya que en ambas situaciones estariamos con un conjunto de partículas sin masa. En concreto, en el instante posterior al Big Bang no tenemos masa y no es hasta después de un nanosegundo, cuando la acción del Campo de Higgs confiere masa a algunas partículas. Por su parte, en el final de un eón encontraríamos un escenario con objetos del tipo agujeros negros muy masivos y fermiones sueltos. Se postula que estos agujeros negros acabarían evaporándose y convirtiéndose en radiación sin masa, la llamada radiación Hawking. Además, los fermiones existentes a largo plazo son inestables y acabarían desintegrándose, perdiendo también su masa. Básicamente, quedarían fotones y gravitones una vez transcurridos la nada desdeñable cifra de 1 gúgol año, es decir 10 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 años.
Podríamos decir que como la energía de una partícula en reposo es proporcional a su masa, tendríamos energía 0 y dado que según la ecuación de Planck, la frecuencia es también proporcional a la energía, llegaríamos a un escenario donde no tendríamos frecuencias y por tanto no podríamos medir el tiempo, que dejaría de tener sentido. Sin tiempo, las distancias serían irrelevantes y cualquier reescalado sería posible, resultando la ya comentada equivalencia entre el comienzo y el final de un eón.
Ahora bien, pero ¿ tenemos alguna evidencia observacional que sustente esta teoría? En un artículo de Agosto de 2018 Daniel An, Krzysztof Meissner y Roger Penrose afirman haber detectado los llamados puntos de Hawking. Penrose afirma que la radiación Hawking emanada por los agujeros negros se habría concentrado en lugares con enorme cantidad de energía (serían los llamados puntos Hawking), que serían detectables en el siguiente eón como círculos concentricos de unos 2º, 5 veces el tamaño de la Luna, observando el Fondo Cósmico de Microondas(FCM)
Aunque este resultado ha sido acogido con recelo por la comunidad científica, debido a que la señal del FCM es notablemente ruidosa y la significación estadística es bastante pobre, no cabe duda de que esta teoría seguirá dando que hablar en un futuro, por su sintonía o no con nuestras más profundas creencias existenciales, de encontrarnos en un Universo Cíclico, sin principio ni fin.
Penrose considera que la física que describe la evolución de estos eones es invariante ante cambios de escala. En ese sentido, los estados que encontramos al principio y al final de un eón son equivalentes, ya que en ambas situaciones estariamos con un conjunto de partículas sin masa. En concreto, en el instante posterior al Big Bang no tenemos masa y no es hasta después de un nanosegundo, cuando la acción del Campo de Higgs confiere masa a algunas partículas. Por su parte, en el final de un eón encontraríamos un escenario con objetos del tipo agujeros negros muy masivos y fermiones sueltos. Se postula que estos agujeros negros acabarían evaporándose y convirtiéndose en radiación sin masa, la llamada radiación Hawking. Además, los fermiones existentes a largo plazo son inestables y acabarían desintegrándose, perdiendo también su masa. Básicamente, quedarían fotones y gravitones una vez transcurridos la nada desdeñable cifra de 1 gúgol año, es decir 10 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 años.
Podríamos decir que como la energía de una partícula en reposo es proporcional a su masa, tendríamos energía 0 y dado que según la ecuación de Planck, la frecuencia es también proporcional a la energía, llegaríamos a un escenario donde no tendríamos frecuencias y por tanto no podríamos medir el tiempo, que dejaría de tener sentido. Sin tiempo, las distancias serían irrelevantes y cualquier reescalado sería posible, resultando la ya comentada equivalencia entre el comienzo y el final de un eón.
Ahora bien, pero ¿ tenemos alguna evidencia observacional que sustente esta teoría? En un artículo de Agosto de 2018 Daniel An, Krzysztof Meissner y Roger Penrose afirman haber detectado los llamados puntos de Hawking. Penrose afirma que la radiación Hawking emanada por los agujeros negros se habría concentrado en lugares con enorme cantidad de energía (serían los llamados puntos Hawking), que serían detectables en el siguiente eón como círculos concentricos de unos 2º, 5 veces el tamaño de la Luna, observando el Fondo Cósmico de Microondas(FCM)
Aunque este resultado ha sido acogido con recelo por la comunidad científica, debido a que la señal del FCM es notablemente ruidosa y la significación estadística es bastante pobre, no cabe duda de que esta teoría seguirá dando que hablar en un futuro, por su sintonía o no con nuestras más profundas creencias existenciales, de encontrarnos en un Universo Cíclico, sin principio ni fin.